lunes, 8 de agosto de 2011

Oda a Microsoft Word


Te vi vacío,
lleno de atrocidades,
de miedos,
de oraciones unimembres
que nunca nadie podrá leer.

Te vi cansado,
centrado,
justificado,
alineado a cada uno de tus costados.

Te vi abrirte lento,
preguntarme si deseo guardar
mi histeria sintáctica,
repreguntarme si estoy seguro,
ponerle límites a la existencia.

Te vi inmortal,
lúgubre,
triste,
aburrido,
conciente de ser el único,
de vacaciones en el escritorio,
acariciando el WordArt,
esa mascota menemista
que decora tu estatus.

Te vi viejo,
solo en un asilo,
abandonado,
incompatible,
con tu lomo blanco lleno de marcas rojas,
torturado por la RAE,
esa sarta de sicarios del verso.

Te vi en todas tus versiones,
metiendo un pase entrecortado
para que la impresora defina.

Te vi llorando,
sangrando,
craneando mails olvidables,
echar de menos un millón de notas al pie.

Te vi celoso,
tímido,
ansioso,
haciendo scroll desesperado,
la forma más absurda del consuelo.

Te vi en el sueño de la siesta,
en la cárcel,
con la elegancia de la cursiva,
con las tetas paradas de la negrita.

Te vi,
desde que tengo uso de la razón que me toca,
dentro de mi vida,
cerca del aire.

Te vi,
fuerza enferma,
paladar del alma.

Te vi,
y me hago cargo.

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