viernes, 18 de noviembre de 2011

El amor

El amor nunca olvida lo amado y padecido, y como nunca olvida, no conoce el olvido.
Armando Tejada Gómez

El amor,
en tiempos del populismo,
es la soja del psicoanálisis,
es el único que corre a la muerte por izquierda,
una mancha de fernet en la camisa,
un plagio de la soledad,
romperse los ligamentos cruzados;
es el Maracaná de distancia que tiene con el te quiero,
esa disputa absurda,
la oferta y la demanda de lo que sabemos callar,
la tregua.

El amor,
en tiempos de la estética,
es la grasa trans del recuerdo,
irónico,
básico,
cínico,
es el sentimiento preferido de los hippies
y de los supermercados chinos,
la fuerza occidental que permite que
Romeo le revise el celular a Julieta.

El amor,
en tiempos de poner los huevos sobre la mesa,
es un GPS progre,
una Cindor en botellita de vidrio,
mi vieja volviendo del trabajo,
tu voz a la noche,
cerca,
lejos del pasado,
los años,
los celos,
-esa pose Greenpeace del amor-
tu abrazo,
el almacén abierto hasta las diez,
el latido a punto caramelo,
el llanto de Rodolfo cuando se enteró lo de Vicky,
o la lágrima que cae,
como un emoticon de sal,
cuando se terminan ciertos libros,
esos sementales hermosos,
que te cogen y te dejan,
porque eso también nos toca,
porque eso también es parte,
y porque el amor,
esa religión llena de carne,
es así.

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