jueves, 25 de julio de 2013

La emoción

No lo sabe nadie,
absolutamente nadie,
ni la literatura, ni la música, ni la pintura,
ni el amor, ni el tiempo, ni la muerte.
Es muy simple,
no podemos saberlo,
estamos lejos,
como si corriésemos detrás de una bola de fuego,
como si estuviésemos descalzos sobre una autopista.
No lo sabe nadie,
ni la escultura, ni la arquitectura, ni la danza,
ni el teatro, ni el cine, ni la psicología.
Es que no llegamos,
morimos siempre en el intento,
no alcanzamos.
No lo sabe ni la ciencia, ni la calle,
ni la noche, ni el llanto, ni el invierno,
ni vos, ni yo.
Nadie es capaz de acercarse,
de acariciar sus lados,
ni los intelectuales, ni los analfabetos,
ni la justicia, ni el ego,
ni la política, ni la fama;
porque no lo sabemos,
porque no se puede,
no nos sale,
no nos nace,
ni el mundo, ni el miedo,
ni la distancia, ni la memoria,
nadie,
ni la CIA, ni la SIDE,
ni la sonrisa, ni el humo,
ni el Caniggia que se la pedía desesperado a Maradona,
ni el oficinista que vio venir el avión desde las Torres Gemelas,
ni los lectores, ni los escritores,
ni el tachero que sabe cómo administrar la Nación,
ni el periodista que escribe con faltas de ortografía,
ni los cooltos, ni los pibes para la liberación,
ni la publicidad, ni la fotografía, ni el stand up.
No lo sabe nadie,
ni todos los mortales que pisaron la sede de Puan,
ni los que la rosquean en la puerta,
ni los libros, ni los milicos,
ni los tangueros, ni los de anteojos.
No lo sabe nadie,
asumamos eso,
nos hará más libres, más felices,
más mujeres, más hombres,
no lo supieron ni los griegos, ni los rusos,
ni los rosarinos, ni los porteños.
En serio,
no lo sabe nadie,
ni siquiera el silencio sabe qué carajo es la poesía.

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