miércoles, 19 de abril de 2017

Un feriado de 2017

Hoy es feriado  
y no tengo que trabajar,
pero mi corazón no sé,
allá él.

Mientras el viento me rebota
inusitadamente en la cara,
el sol refleja en mi barba
unos destellos colorados
y la tarde se desparrama sobre
el crujir de las hojas secas,
con las manos en los bolsillos
y las piernas cruzadas,
estoy en el medio de la
Plaza del Bajo Núñez,
acurrucado en el cantero
con ladrillos a la vista.

Y si bien parezco contemplar
la inmensidad del eucalipto,
apreciar el contraste de su
tronco color té con leche
con el verde irlandés
que lo rodea;
si bien aparento sentir lo
magnánimo de un día más
con pose de Antigua Grecia,
asumir el paso del tiempo
como un retorno insospechado
hacia todo lo que nos espera,
no,
sólo sostengo este gestito errante
por razones mucho más tangibles:

la chica que pasea el perro
tiene un buzo igual al tuyo,
intento sobrevivir a una
resaca extraordinaria
y me acordé de lo último
que me dijo mi mamá
sobre la situación del país,
a punto de llorar.

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